sábado, 16 de marzo de 2013

Sewell, un pequeño oasis perdido en la cordillera



Mi abuela, en el tormento incesante de su infancia, en su constante divagar minero,  en su diáspora familiar, estuvo en Sewell cuando tenía 10 años. Ahora, después de más de 50 años yo vengo a conocer estas tierras.  En  aquellos tiempos esta ciudad minera, perdida entre las montañas cordilleranas era todo un mito que recorría las ciudades chilenas. Se hablaba de una ciudad perfecta, en donde convivían armoniosamente obreros y patrones. Una ciudad de casas monumentales, en donde no existía la delincuencia ni  violencia, en dónde el trabajo era un oficio agradable que dignificaba al hombre. Tal vez las míseras condiciones laborales y económicas del país en ese tiempo ayudaron a acrecentar esta leyenda,  esa imagen idílica y paradisiaca que  encarnaba una verdadera utopía. Lo cierto es que Sewell no fue un lugar completamente idílico. Allí también el minero  debió hacer huelgas, también debió resignarse cuando su sueldo no le alcanzaba para llegar a fin de mes, también las catástrofes golpearon los socavones mineros arrebatando de cuajo el alma de cientos de mineros, y la desigualdad también hizo fruncir el seño de la inocencia infantil. 



Este lugar, partió en 1905 como un pequeño asentamiento minero, que fue aumentando su población con el devenir de los años, hasta que en 1915 fue bautizada como Sewell por la Branden Copper, empresa norteamericana., en honor a un miembro del directorio que había fallecido. En su historia Sewell contó con el hospital más moderno de latinoamérica, las casas eran entregadas a los mineros que llegaban a trabajar allá, con derecho a educación y salud. Las obras de cine o teatro más importantes que llegaban al país, se estrenaban primero en sewell. La delicuencia era nula, puesto que existía el riesgo constante de ser echado del campamento en caso de ser sorprendido en algún hecho ilícito. 

 


También había una ley seca constante para los obreros, lo que dio surgimiento a uno de los personajes más curiosos de la historia de Chile el “Guachuchero” que se encarga habilidosamente de traer el aguardiente al campamento y de forma sigilosa apagaba la sed de los cientos de  mineros que cuidadosamente elaboraban estratagemas para realizar las transacciones.





Estas características dieron paso para que se creyera que Sewell era un paraíso en medio de ese Chile golpeado por la excesiva explotación laboral. Pero la historia de esta ciudad minera no estuvo exenta de catastrofes. En 1944 un alud de nieve terminó con la vida de 102 personas y un año más tarde un incendio en una de las minas mató a 355 mineros, convirtiéndose así en una de las tragedias mineras más devastadores del mundo. En 1967, cuando Sewell se encontraba en plena vigencia, la ciudad debió ser súbitamente  desalojada, puesto que ya no resultaba viable mantener a tantas familias.





La historia de Sewell se había terminado de escribir hace ya varias décadas. Pero yo aún recorría sus calles ensimismado, imaginando cómo fue la vida en aquel lugar plagado de escaleras desiertas que encerraban en sí mismas muchos misterios. Dudo en que en aquel lugar se haya tenido cabida la soledad, {la soledad física}, porque era casi imposible abstraerse de las demás personas en un lugar tan pequeño y con tanta densidad de gente, rodeada por un desierto blanco e inhóspito. Se contaba que si se veía a una pareja de pololos, eran inmediatamente obligados a casarse, de lo contrario debían abandonar el campamento. Así me fui contagiando de la magia de aquel lugar repleto de historias curiosas que en algún momento fueron realidad. Finalmente, cuando el cielo comenzaba a tomar tintes rojizos sobres las cumbres nevadas, comenzamos la retirada de aquel punto colorido perdido en medio de la cordillera. Sin lugar a dudas, será un lugar difícil de olvidad ...