Este lugar, partió en
1905 como un pequeño asentamiento minero, que fue aumentando su población con
el devenir de los años, hasta que en 1915 fue bautizada como Sewell por la
Branden Copper, empresa norteamericana., en honor a un miembro del directorio
que había fallecido. En su historia Sewell contó con el hospital más moderno de
latinoamérica, las casas eran entregadas a los mineros que llegaban a trabajar
allá, con derecho a educación y salud. Las obras de cine o teatro más
importantes que llegaban al país, se estrenaban primero en sewell. La
delicuencia era nula, puesto que existía el riesgo constante de ser echado del
campamento en caso de ser sorprendido en algún hecho ilícito.
También había una ley
seca constante para los obreros, lo que dio surgimiento a uno de los personajes
más curiosos de la historia de Chile el “Guachuchero” que se encarga
habilidosamente de traer el aguardiente al campamento y de forma sigilosa
apagaba la sed de los cientos de mineros
que cuidadosamente elaboraban estratagemas para realizar las transacciones.
Estas características
dieron paso para que se creyera que Sewell era un paraíso en medio de ese Chile
golpeado por la excesiva explotación laboral. Pero la historia de esta ciudad
minera no estuvo exenta de catastrofes. En 1944 un alud de nieve terminó con la
vida de 102 personas y un año más tarde un incendio en una de las minas mató a
355 mineros, convirtiéndose así en una de las tragedias mineras más
devastadores del mundo. En 1967, cuando Sewell se encontraba en plena vigencia,
la ciudad debió ser súbitamente desalojada, puesto que ya no resultaba viable mantener a
tantas familias.
La
historia de Sewell se había terminado de escribir hace ya varias décadas. Pero
yo aún recorría sus calles ensimismado, imaginando cómo fue la vida en aquel
lugar plagado de escaleras desiertas que encerraban en sí mismas muchos
misterios. Dudo en que en aquel lugar se haya tenido cabida la soledad, {la
soledad física}, porque era casi imposible abstraerse de las demás personas en
un lugar tan pequeño y con tanta densidad de gente, rodeada por un desierto
blanco e inhóspito. Se contaba que si se veía a una pareja de pololos, eran
inmediatamente obligados a casarse, de lo contrario debían abandonar el
campamento. Así me fui contagiando de la magia de aquel lugar repleto de
historias curiosas que en algún momento fueron realidad. Finalmente, cuando el
cielo comenzaba a tomar tintes rojizos sobres las cumbres nevadas, comenzamos
la retirada de aquel punto colorido perdido en medio de la cordillera. Sin
lugar a dudas, será un lugar difícil de olvidad ...